Invoquemos a Pitágoras

A veces pienso, y creo estar en lo cierto que no hay enfermedad más cruel que el amor. Ese sentimiento que nos invade, plagado de interrogantes y que sin pretender dar respuestas, nos infunda la cabeza con mil ideas opuestas a la realidad. Nos hace creer que es algo que existe de verdad, y es mas, nos hace creer que carece de maldad cuando está plagado de vulnerabilidad.

Solo creo en el amor en el interior mis sueños, pues es ahí y no en otro lugar donde existe el amor con sinceridad, no hay mentiras y todo es real y se vive con intensidad.


Son mis sueños pues, los que me hacen sentir que vivo una vida sin fin, sin límites y donde puedo crear y moldear mis deseos y mis fantasías más y más cada día.


Quisiera poder sentir la verdad universal, quisiera ordenar mi cabeza, quisiera sentirte hoy y que no seas otra mentira creada en mi mente. Quisiera besarte, tocarte, sentirte y amarte. Quisiera contradecirme a mi misma, abrir las puertas y pedirle a mis teorías que se marchen de mi vida por la puerta de atrás. Me gustaría poder creer en un amor real, como en lo profundo de mis sueños pero en la vida real. Quisiera sentir al poderte besar que serás para mi nada mas… (Puede sonar tan típico)

Gracias a un ápice del nanosegundo que me permitió desnudarme en tu mirada y sonreír que al pensar e imaginar que una simple teoría podría o podrá tener un final “real” “cierto” o de verdad…

No pretendo volar, pero existe una esperanza que me dice a susurros para que no escuche bien, que existe un “quizás” un tal vez podrá ser, pero yo no lo sé, así que… mientras tanto me esconderé en la sombra iluminada de mis sueños, para pensar en ti otra vez, sin que nadie me descubra.

 

Siendo así, como la asintota de una parábola de dimensiones desconocidas.

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