Hoy me ha sucedido una de estas anécdotas que a veces olvidas, pero que seguro que en algún momento recuerdas por lo «anecdóticas» e inusuales que son. Y es que mi vida es así; suelen suceder cosas bastante inusuales. No sé si es porque realmente a todo el mundo le suceden cosas fuera de lo común, porque lo común no existe, o porque tengo un imán para las circunstancias extrañas.
Hoy, mientras escribo, aún es domingo, 3 de diciembre de 2023, y como buen diciembre, los domingos las tiendas de los centros comerciales acostumbran a abrir, aunque realmente no haya mucha clientela, pero bueno… algún listo de turno creyó que a los empleados les pareció bien abrir para engordar los bolsillos de los economistas ya que la semana no tiene suficientemente días para comprar. En fin, ese es otro tema.
La cuestión es que salí a las 9 de trabajar y me fui a la estación de tren (Renfe) como acostumbro para subir al tren que suele pasar a las 9:20 (digo «suele» porque ya sabemos cómo son los horarios, aunque todo hay que decir que últimamente son muy puntuales).
Llego a la estación y me indica que va a salir a las 21:32. Bueno, 10 minutos, no viene de ahí… llego al andén, y el tren llega a las 9:20. Me resulta extraño que indique otro nombre, pero es que ya me ha sucedido muchas veces que aparece otro nombre en la cabecera del tren. En el andén indicaba que el próximo tren en pasar con destino al aeropuerto no tenía que pasar ningún otro, así que procedo a subir. Voy mirando las paradas por donde pasa, pasa por el Clot, todo bien, Paseo de Gracia, ok, pasa por Sant, de acuerdo, y entonces, la siguiente parada no es Bellvitge y decidí bajarme, y entonces descubro que estoy en Hospitalet…
Como es domingo y eran pasadas las 10 de la noche, ya que el tren había estado haciendo paradas, sabía que la vuelta a casa no sería muy rápida. Hospitalet de Llobregat es el pueblo vecino del Prat de Llobregat, pero lo que viene a ser el transporte, a esas horas de un domingo por la noche, significaba casi una hora de camino. Así que Carlos, que me estaba esperando en la estación de tren del Prat de Llobregat, decidió alquilar un coche eléctrico y venir a buscarme.
Mientras me dirigía a la entrada de la estación, me encontré con tres señoras que preguntaban al personal de la estación cómo llegar al Prat de Llobregat. Les ofrecí venir conmigo, y aceptaron encantadas. Pobres mujeres, no me las veía a esas horas volviendo hasta la estación de Santa para luego volver a subir a un tren de camino al Prat con los retrasos que estaban habiendo.
Esperamos a que llegara Carlos en la puerta de la estación, y me contaron que habían estado de paseo por el centro de Barcelona, que habían cogido el tren en el Paseo de Gracia, que habían visto el portal de Belén y otras historias.
Carlos llegó, y fuimos de camino al Prat. Fueron de lo más amables, agradecidas y divertidas.
Lo cierto es que da gusto poder ayudar a personas de una manera improvisada y que te puedan agradecer de una manera tan sincera y con sentido del humor.
Una prueba de que uno atrae lo que es.