Cuando tu historial médico tiene más capítulos que una serie de Netflix

Sé que los diarios en blogs ya o se llevan, que la gente no los lee, y que es algo muy de principios de los 2000 pero aqui una usa aun su blog como nave espacial de viaje al pasado para la Montse del futuro, o por si algún ser curioso quiere analizar el tipo de persona que soy por como escribo y reflexión, introducción hecha y ya que el mes pasado no grabé podcast porque he estado malita, me pongo con el portatil, pantalla en frente y teclado bajo mis uñas para narrar el tema que hoy nos concierne, la medicina actual:

Y es que últimamente, no dejo de pensar en lo complicado que es hoy día saber qué nos sucede realmente cuando percibes que algo no va bien en nuestro cuerpo. Los médicos especialistas en cada una de sus diversas ramas o en la medicina general o de cabecera, tienen criterios tan distintos que a veces parece que hablan idiomas diferentes. Y en medio de todo ese enrede, estamos las personas pacientes, que dicho nombre que viene heredado del spoiler que significa por la paciencia que hemos de tener, que andamos tratando de entendernos, sin tener ni siquiera un diagnóstico claro.

Por otro lado, vivimos con un constante y cercano  peligro de autodiagnósticos que están ahí, acechando.
¿Cuántas veces no hemos buscado en internet y, sin querer, nos hemos convencido de que tenemos TDAH, que es a causa de la menopausia, o perimenopausia, fibromialgia, cefaleas o migrañas?
Y para colmo, nuestros móviles parecen escucharnos (no lo parecen, lo hacen) y, con sus algoritmos, nos lanzan ideas sobre lo que “podríamos” estar padeciendo, complicando aún más la cabeza.
Entramos en las redes sociales y nos aparecen reels, videos, carruseles, noticias estudios y articulos, que ¡oh qué casualidad! coincide en varios puntos en lo que nuestro cuerpo esta experimentado.

A todo esto, menos mal que tengo un seguro privado que me ha permitido ir investigando e indagando qué diantres me pasa, aunque el camino no esta siendo nada fácil. En apenas dos meses, he pasado por un ginecólogo, he visitado al endocrino dos veces, al otorrinolaringólogo otras dos (y aun me queda visitar a otro), a tres médicos de cabecera y aún me queda por ver al neumólogo y a otro endocrino, ya que el primero no me convenció: se limito a hacerme una ecografía de la tiroides y decirme que «la tenia muy estropeada para ser tan joven» y a los dias siguientes en otra visita, me aumento la dosis de la medicina que tomo para el hipotiroidismo.

La doctora digestiva también me ha enviado un montón de pruebas y me sorprendió mucho que, cuando le dije que tenía lipedema, lo tuviera tan presente. Ahora estoy a la espera de hacerme más analíticas que me pidió para seguir investigando, porque eso es otra, las pruebas, no es algo que te hagan de una semana a otra, en este caso, en verano, tardan hasta dos meses en darte cita.

Y es que, en estos dos meses de junio y julio, ya llevo hechos cuatro análisis de sangre y dos de heces… Vaya, no me extraña que en el centro médico ya me conozcan por mi nombre. XD

Y es que, en serio, los médicos que no te miran a los ojos, que se quedan clavados frente a la pantalla del ordenador, hablando como a entredientes mientras miran tu analítica, nunca me han inspirado confianza. Necesito que me vean, que me escuchen, que entiendan que detrás de esos datos hay una persona que está sufriendo.

El neurólogo que vi hace unos dias fue, hasta ahora, el único que me dio algo de esperanza. Él cree que, basándose en los síntomas que le conté, puede tener una idea de lo que me está pasando, pero necesita que me hagan una prueba vestibular. Curiosamente, esa misma prueba es la que se negó (porque dijo que no hacia falta) a hacerme el otorrino que me vio dos veces, la primera  vez no me la hizo porque no me habia hecho una audiometria, y la segunda porque no le apeteció vaya… por lo su único aporte fue mandarme pastillas para los vértigos (que valen mas de 10€ cada caja).
Tras decirle que no notaba mucha mejoría y que la audiometría había salido bien, me dejó un poco en el aire. Supongo que con este calor y la rutina agotadora, a algunos médicos les falta ganas de trabajar de verdad.

Así que aquí estoy, mareada, sin respuestas claras, con miedo de salir sola a la calle y sin que nadie me diga qué diantres me sucede o como solucionarlo o qué pruebas concretar podria hacerme, (menos mal que con mi mutua puedo ir haciendo de Sherlock Holmes)
Harta de estar de baja y a punto de enfrentarme de nuevo a la rutina porque me lo merezco y lo necesito,
Sí, tengo más de 40 años y la perimenopausia está aquí, pero… ¡ojú! qué mal me están viniendo los años…

Tan solo quiero saber que puedo despertar el 98% de mis días sintiéndome yo, con la energía que soy.

Solo espero que todo este camino sirva para algo. Que, al menos, en medio del caos de citas, pruebas y diagnósticos cruzados, alguien dé con la tecla y me ayude a recuperar un poco de estabilidad.
No pido milagros, solo entender qué me pasa, para poder vivir sin miedo y con un poco más de paz. Porque cuando no sabes lo que te ocurre, el cansancio no es solo físico: te desgasta el alma. Y aunque a veces parezca que voy perdiendo la fe en la medicina, sigo apostando por encontrar a profesionales que miren más allá de una pantalla y vean a la persona que tienen delante.

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